sábado, 23 de enero de 2010

La Compasión


"El problema humano básico es la falta de compasión. Mientras este problema subsista, subsistirán los demás problemas. Si se resuelve, podemos esperar días más felices."

Tenzin Gyatso. Decimocuarto Dalai Lama del Tíbet (1935-)





Cada uno de nosotros responde al dolor humano de acuerdo con sus características personales y con su grado de desenvolvimiento espiritual. Más egoístas somos, más nos apartamos de las penurias humanas escudándonos ya sea en la indiferencia o reaccionando con sentimentalismo, para luego olvidar rápidamente y continuar viviendo como si tales penurias no existieran. La indiferencia nos sume en la insensibilidad y cierra nuestras posibilidades de desenvolvemos espiritualmente. El sentimentalismo gasta nuestras energías en vano; es una reacción emocional que ni alivia el dolor ni despierta la conciencia.

A medida que nos desenvolvemos espiritualmente aumenta nuestra percepción de la necesidad y del sufrimiento de quienes nos rodean, y nuestra respuesta ante el dolor se hace cada vez más genuina y más compasiva.

Las personas bien intencionadas tratamos de aliviar el dolor a través de obras de bien. Los hospitales, los asilos, las instituciones benéficas, son obras que responden a necesidades fisicas, económicas y afectivas del ser humano. Sin embargo todos esos esfuerzos mitigan los males pero no siempre trabajan sobre la raíz misma del sufrimiento. Es necesario que, por lo menos algunos, estemos dispuestos a transmutar el sufrimiento en compasión, comprensión y participación, para que los dolores que puedan evitarse se eviten, para que no sean necesarias las dádivas pues desarrollamos la capacidad de construir sociedades más justas, para que cada uno de nosotros aprenda a ocupar un lugar en el mundo y no usurpe el lugar de los demás.

La compasión nos cambia, nos hace sentir intensamente el sufrimiento de quienes nos rodean y nos lleva a preguntarnos: "Por qué tenemos que sufrir tanto los seres humanos? ¿Por qué somos tan ciegos y nos lastimamos continuamente los unos a los otros?" Por sobre todo nos lleva a preguntarnos: ", Qué puedo hacer para aliviar el dolor ajeno?" Las respuestas a esta última pregunta pueden ser muy variadas pero todas ellas, si son genuinas, nos llevan a comprometemos y a dar de nosotros mismos, no solamente de nuestras posesiones.

Dice una leyenda budista que cuando el corazón del Budha se abre y él mira al mundo, se calman los dolores, se alivian las penas, cesa el llanto y por un instante reina la felicidad. De la misma manera, salvando las distancias, en la medida en que sentimos en nosotros el sufrimiento de la humanidad, estamos creando las bases de un mundo más armónico y dichoso pues ese sentir nos hace responder vitalmente, ofrendando de nosotros mismos.


1 comentario:

Adriana Alba dijo...

Me encantó tu entrada, y gracias por visitar mi espacio, hacia tiempo no sabia nada de vos!! Te envío un gran abrazo.