domingo, 30 de agosto de 2009

Reflejo de la vida

Había una vez un anciano que pasaba los días sentado junto a un pozo a la entrada de un pueblo. Un día pasó un joven se acercó y le preguntó lo siguiente:
-Nunca he venido por estos lugares, ¿cómo son la gente de esta ciudad?
El anciano le respondió con otra pregunta:
-¿Cómo eran los habitantes de la ciudad de donde vienes?
-Egoístas y malvados, por eso estoy contento de haber salido de allá.
-Así son los habitantes de esta ciudad, -le respondió el anciano.
Un poco después, pasó otro joven, se acercó al anciano y le hizo la misma pregunta:
-Voy llegando a este lugar, ¿cómo son los habitantes de esta ciudad?
El anciano le respondió de nuevo con la misma pregunta:
-¿Cómo son los habitantes de la ciudad de donde vienes?
-Eran buenos y generosos, hospitalarios, honestos y trabajadores. Tenía tantos amigos que me ha costado mucho separarme de ellos.
-También los habitantes de esta ciudad son así, -respondió el anciano.
Un hombre que había llevado sus animales a beber agua al pozo y que había escuchado la conversación, en cuanto el joven se alejó le dijo al anciano:
-¿Cómo puedes dar dos respuestas completamente diferentes a la misma pregunta realizadas por dos personas?
-Mira -respondió el anciano-, cada persona lleva el universo en su corazón. Quien no ha encontrado nada bueno en su pasado, tampoco lo encontrará aquí. En cambio, aquel que tenía amigos en su ciudad, también aquí encontrará amigos fieles y leales. Porque las personas son lo que encuentran en sí misma, encuentran siempre lo que esperan encontrar.

Un cuento Sufí

lunes, 24 de agosto de 2009

Relacionandonos con los problemas y dificultades

Nuestra vida sigue una senda con pendientes y asperezas y , en muchos tramos, nos exige un esfuerzo especial para recorrerla.

Las dificultades son aspectos propios de la vida y marcan los momentos que nos exigen mayor atención y esfuerzo.

No estamos libres de dificultades ; tenemos que luchar para subsistir, estamos sujetos a accidentes ,
a enfermedades, a catástrofes naturales, a las limitaciones de la sociedad, a la declinación y a la muerte

Precisamente
, las dificultades señalan los obstáculos que necesitamos superar para continuar desenvolviéndonos.

Los problemas,en cambio son originados por nosotros mismos al no saber enfrentar las dificultades.

Podemos saber fácilmente cuando enfrentamos una dificultad y cuando un problema observando nuestra actitud.

Cuando tenemos un problema queremos dejar de sufrir. Deseamos especialmente, que algo o alguien cambie para eliminar la causa de nuestro sufrimiento.

Esta actitud frecuentemente nos lleva a estrellarnos contra nuestra propia impotencia, ya que muy pocas veces podemos cambiar las circunstancias o a las personas imponiendo nuestros deseos. Como con angustia y reaccion no conseguimos superar nuestro problema, hacemos un problema mayor del conjunto de problemas que generamos con nuestra actitud.

Cuando somos consecuentes con nuestro anhelo de desenvolvernos frente a una dificultad aceptamos ese desafío y lo respondemos a él. Comprendemos que lo que sufrimos es parte de la vida y buscamos en nosostros mismos los recursos que nos ayudan a superar la dificultad.

Comprendemos también que necesitamos ayuda y consejo y los buscamos con una actitud abierta , dipuestos a trabajar.

extraído del libro "El arte de vivir la relación" de Jorge Waxember

sábado, 22 de agosto de 2009

Los dos Lobos



Un viejo cacique de una tribu estaba teniendo una charla con sus nietos acerca de la vida. Él les dijo:

“¡Una gran pelea está ocurriendo dentro de mí!... ¡es entre dos lobos!

Uno de los lobos es maldad, temor, ira, envidia, dolor, rencor, avaricia, arrogancia, culpa, resentimiento, inferioridad, mentiras, orgullo, egolatría, competencia, superioridad.

El otro es Bondad, Alegría, Paz, Amor, Esperanza, Serenidad, Humildad, Dulzura, Generosidad, Benevolencia, Amistad, Empatía, Verdad, Compasión y Fe.

Esta misma pelea está ocurriendo dentro de vosotros y dentro de todos los seres de la Tierra".

Lo pensaron por un minuto y uno de los niños le preguntó a su abuelo: “¿Y cuál de los lobos crees que ganará, abuelo?”

El viejo cacique respondió, simplemente...

“El que alimentes.”

domingo, 16 de agosto de 2009

Relacionandonos con nuestro cuerpo


El cuerpo es un instrumento esencial e indispensable para nuestro desenvolvimiento espiritual.
Nos expresamos, experimentamos y aprendemos a través de nuestro cuerpo. Por eso es tan necesario que la relación con nuestro cuerpo se constructiva y este basada sobre el autocontrol y la responsabilidad.
Controlar nuestro cuerpo implica tener dominio sobre nuestros impulsos instintivos y sobre la tendencia hacia la auto-complacencia.
Cuando el impulso hacia la auto-complacencia prima sobre el amor, la soledad y el sinsabor cunden en nosotros , aunque "lo tengamos todo". Es importante, entonces, que comprendamos sus síntomas y consecuencias.
La pereza nos impulsa a buscar excesiva comodidad y a perder dominio sobre nuestra conducta en general.
La gula es un descontrol sobre nuestras necesidades de alimento.

Los impulsos sexuales son expresiones del instinto de conservación de la especie. Cuando están conducidos en por nuestra conciencia, dan frutos de bien. Cuando están dominados por la agresividad y ceguera, dan frutos de dolor. Cuando regimos los impulsos instintivos con la conciencia podemos distinguir con mayor claridad nuestras posibilidades y discernir mejor nuestro paso por la vida.
El control del cuerpo no es un fin en si mismo. De nada valdría que ejerciéramos gran control sobre el cuerpo si después no supiéramos orientar positivamente la energía que generamos con ese control. Que hacer con la energía es tan importante para nosotros como aprender a reservarla.

Somos responsables de nuestra energía, tanto a nivel personal como social.

Nuestra responsabilidad respecto a la energía es personal porque el tiempo de vida útil del cuerpo se puede acortar en forma significativa si no prestamos atención a nuestros hábitos. Somos responsables de que nuestro cuerpo nos rinda todo su potencial.

Nuestra responsabilidad tiene una dimensión social porque lo que hacemos con nuestro cuerpo afecta a la sociedad. Si usamos el cuerpo con sensatez lo transformamos en un elemento social constructivo.Por el contrario, si satisfacemos ciegamente nuestros deseos y seguimos nuestros impulsos sin discernirlos ni tener en cuenta los efectos que puede tener sobre nuestro cuerpo, corremos riesgos innecesarios, ya sea exponiéndonos a accidentes o a contraer enfermedades crónicas o , aun mas, mortales. Tarde o temprano nos transformamos en una carga para los demás y otros tienen que sumir las consecuencia de nuestras conductas.

lunes, 3 de agosto de 2009

Valor y Control Personal

A pesar de todo lo que se ha dicho y escrito sobre el Valor, el miedo no ha dejado por eso de reinar en el mundo.
Desde el temor ancestral que resume en sí todos los espasmos y luchas para la defensa personal, hasta el temor sutilmente disfrazado con el nombre de defensa personal, el miedo no ha dejado de tener en un puño el corazón de los hombres.
Entonces, o la humanidad desconoce el Valor, o tiene un concepto falso del mismo, pues no es atropello, ni bravosidad, sino es un sentido bien equilibrado del Control Personal.
Hay en el ser humano, una defensa que impide a las fuerzas negativas y destructoras penetrar en él: Es la Rueda Control, que vigila continuamente la entrada al ser de toda vibración. Pero cuando el temor se impone, esta puerta sellada se abre, permitiendo la entrada a las fuerzas negativas, a la muerte y a la destrucción.
El valor consiste, entonces, en bien manejar este Control Personal y no el “valor” en el sentido que los hombres dan a esta palabra, que no es más que el par de opuestos del temor.
El Valor del Control está siempre a la altura de su importante misión y no puede dar los aspectos externos del valor humano. Hombres que se consideran valerosos y que se han distinguido por hechos verdaderamente heroicos, tiemblan en un momento dado, por una sombra nocturna; y mujeres que se espantaban al ruido de una puerta, tuvieron en el momento de necesidad, arrojos grandiosos, como aquél de la madre que se lanza a las llamas para salvar a su hijo.
El valor del Control, para ser realizado en toda su plenitud, tiene que ser experimentado en cuatro pasos distintos:
Primer paso: La Sencillez
“Si no os hiciereis niños, no entraréis en el Reino de los Cielos”, dijo el Maestro.
Es indispensable que la sencillez reine en el corazón para que éste se descargue de todos los impedimentos que dificultan su correcto funcionamiento; y el niño es el mejor ejemplo, porque su inconsciencia, su espontaneidad, generan suficiente fuerza para su defensa.
La sencillez es valor; el alma sencilla es, verdaderamente, la que no teme. El alma verdaderamente grande no puede abandonarse de continuo a cavilar sobre lo que vendrá, sobre lo que será, porque está segura de sí misma.
El despreocuparse continuamente, el no pensar en los males venideros, el abandonarse con cierta irreflexión al primer impulso, no sucede sino en el alma esforzada; pero el hombre moderno vive en permanente preocupación; ha enredado su mente de tal modo que vive en continua defensa, en una continua cavilación sobre el mal que le pueden hacer, o que le puede sobrevenir.
Desechar todo esto y vivir el día de hoy, la hora presente, es adquirir, es estar seguro de que el hombre tiene en sí el poder necesario para reaccionar en el momento en que se presente el peligro, y no antes del peligro.
El sirviente de un Místico fue, todo despavorido, a anunciar a su amo que no tenía arroz; y el Místico le contestó: “Cuánto me alegro, así podremos demostrarle a Dios que vivimos abandonados en sus brazos”. Y, ¿no hay un rasgo sublime en aquel acto del General San Martín cuando al anuncio de que el enemigo estaba cerca y sus tropas en peligro, en lugar de disponerse inmediatamente a la defensa, se retiró a dormir?
Los flojos, los que no tienen caudal ni reserva de energías, sí tienen que temer continuamente. Pero aquél que sabe que es una fuente inagotable de energías superiores no tiene por qué temer.
Segundo paso: La Prudencia
Más el Maestro también dijo: “Sed sencillos como palomas pero prudentes como serpientes”.
La Prudencia como el Valor y Control Personal no es aquella indecisión constante, tan habitual en los hombres y que les hace perder las mejores oportunidades por demorarse. La Prudencia es aquella que sabe hasta dónde puede llegar el Control del hombre, y hasta dónde se puede impedir que vaya demasiado lejos y se trasmute en temor.
La Prudencia es una observación continua de las fuerzas personales del hombre y de lo que él puede dar.
Cuando el alma se siente henchida de una santa fuerza que le impulsa a ir en defensa de los oprimidos, a hacer justicia, a ir al martirio si fuera necesario para bien de la humanidad, tiene que detener esas fuerzas y no gastarlas, y considerar lo que haría si su sueño fuera realidad.
Cuántos dicen que darían la vida por su ideal, y al primer golpe que reciben, no sólo no ofrecen lo que habían prometido, sino que lo abandonan y reniegan de él.
Pedro le dice a Cristo: “Yo te amo más que nadie, daría mi vida por Ti”; y, sin embargo, ante el peligro lo reniega, y tres veces. Después de la Resurrección, cuando ya ha a aprendido la lección de que el valor de los sueños no es Valor de la realidad, Cristo le pregunta: “¿Pedro, me amas?”. Y contesta: “Tú sabes si te amo”.
Es fácil ser valiente cuando se está cómodamente sentado en un mullido sillón y se deja que la fantasía corra a la par del humo del cigarrillo. Hay que estar ante la realidad para saber lo que se puede dar y la Prudencia es, en esto, la única maestra.
Llévame contigo Maestro, le decía un impaciente discípulo a su guía espiritual; quiero volar por esos mundos maravillosos que describes, quiero ver las etéreas figuras que pueblan el mundo astral; llévame contigo. Pero el Maestro le amonestaba diciendo que vendría el tiempo, que antes tendría que hacerse fuerte, equilibrarse bien, tener un control a toda prueba antes de enfrentarse con el oculto mundo. Pero como el neófito tanto insistiera, lo llevó consigo al cruce de dos caminos, trazó el círculo mágico, pronunció las solemnes palabras y le dijo al joven: “Ponte allí en el medio y no temas, pues bajará el coche necesario para transportarte a las regiones superiores”. Así lo hizo el discípulo. Pero cuando estuvo en el círculo y oyó el ruido de un vehículo que se acercaba y vio que venía a toda velocidad sobre él, perdió su Control y, al perderlo, coche y caballos se le hicieron inmensamente grandes; ya estaban encima, para aplastarlo, y cayó como muerto. Su valor no era más que curiosidad, porque si hubiera sido Valor prudente de un discípulo discreto, hubiera tenido fuerzas para controlarse en el momento de pavor, que es el paso de un estado a otro estado.
Le preguntaron al rey Salomón: “¿Qué es la sabiduría?” Y él contestó: “La sabiduría alberga en su casa a la prudencia”.
Tercer paso: La Templanza
Para poder vivir sencillamente, en paz y sin el tormento de no poder defenderse, para hacer valer la prudencia y darle mérito para que distinga las fuerzas reales de las ilusorias en la conquista del Valor y del Control personal, es indispensable la Templanza.
La templanza es el tanque en el cual se acumulan las energías del Valor. Controlar y medir todos los actos, privarse de las cosas más agradables, medir con discreción las cosas indispensables, vigilar los pensamientos y las palabras, es ahorrar preciosas fuerzas. Nunca hay que fiarse demasiado de aquél que dice: Yo soy fuerte. Yo sé defenderme. El alarde desmedido nunca podrá ahorrar muchas energías.
Aquel cardenal Peretti, viejecito, achacoso, que caminaba penosamente apoyado en su bastón, no tenía la apariencia de un hombre valiente; por eso los cardenales, reunidos en cónclave, lo eligieron Papa (Sixto V), pensando que podían manejarlo a su antojo; pero él, cuando supo de su elección, enderezó su cuerpo, arrojó lejos de sí su bastón y dijo: “Muchos años he ocultado mis sentimientos; ahora mando yo”. Y gobernó a la Iglesia con mano de hierro.
La templanza, el sacrificio constante de acumular fuerzas, hace que el Centro Control se endurezca como diamante y pueda tolerar todas las vibraciones, aún las más violentas y mortíferas. Se han visto hombres que vivieron encerrados en claustros con su voluntad completamente supeditada a la orden de sus superiores que, cuando empezaron a actuar, demostraron tener un Valor a toda prueba, que no condecía con su educación. Es que la templanza, ejercitada durante muchos años, la renunciación de la voluntad y el dominio de las pasiones les dieron el verdadero Valor, que estriba en el Control Personal de si mismo.
Cuando un temor constante invade al alma, no hay que vencerlo haciendo alarde exterior de no sentirlo, como aquellos que se ponen anteojos azules para ver el mundo con agradable color, sino hay que ahorrar energías diarias para vencerlo. Recién cuando se hallan acumuladas fuerzas suficientes, podrá hacerles frente.
Vienen aquí al caso los siguientes párrafos del capítulo titulado “El Abismo” de la “Simbología Esotérica”: “No te vuelvas para mirar. No te balancees sobre el borde del precipicio; caerías seguramente en él, envuelto en el pavoroso remolino que agita rítmicamente el afanoso respirar de tu Enemiga”.
Cuarto paso: La Fortaleza
Llegados al último paso, el más difícil de todos, se plantea la gran cuestión: El Valor y el Control Personal, ¿se adquieren con la resistencia activa, o con la resistencia pasiva? El ser ¿ha de hacer frente al enemigo con todas sus fuerzas, o ha de abandonarse, como manso cordero, en manos del adversario? La verdadera fortaleza, la que da el supremo Valor, es la que resiste hasta un punto determinado; es indispensable resistir para vencer.
Jacob lucha con un Ángel desconocido, y lo vence; por resistencia se mantiene el Universo, se defiende la vida, se conservan las especies a través del tiempo. Pero esta resistencia del Valor fuerte ha de cesar exactamente cuando el ser está por recoger el fruto de ella.
Es necesario poner un ejemplo vulgar: Un hombre asaltado se defiende, desarma a su enemigo, lo imposibilita para luchar, pero no lo entrega en manos de la policía.
Es proverbial que los verdaderos valientes, que supieron dar una buena lección a sus enemigos y perseguidores, fueron sin embargo, muy nobles y generosos con los mismos en los casos extremos.
Cuando el ser ha comprendido que tiene en sus manos la victoria, que tiene bastante valor para afrontar una situación, entonces se abandona en brazos de aquella despreocupada fortaleza que desprecia el fruto del valor, porque ha conquistado la esencia de la misma.
En resumen, el Valor y su Control Personal son: La Sencillez del niño que no conoce el temor, la Prudencia del anciano que ya no teme ni le importa el peligro, la Templanza del virtuoso que desprecia los excesos de la vida y la Fortaleza del vencedor, que se ha colocado por encima de su propia victoria.

Santiago Bovisio