martes, 16 de junio de 2009

La Unión


...... no me reconozco a mí mismo.
No soy cristiano, ni judío, ni mago, ni musulmán.
No soy del Este, ni del Oeste, ni de la tierra, ni del mar.
No soy de la mina de la Naturaleza, ni de los cielos giratorios.
No soy de la tierra, ni del agua, ni del aire, ni del fuego.
No soy del empíreo, ni del polvo, ni de la existencia, ni de la entidad.
No soy de India, ni de China, ni de Bulgaria, ni de Grecia.
No soy del reino de Irak, ni del país de Jurasán.
No soy de este mundo, ni del próximo, ni del Paraíso, ni del Infierno.
No soy de Adán, ni de Eva, ni del Edén, ni de Rizwán.
Mi lugar es el sinlugar, mi señal es la sinseñal.
No tengo cuerpo ni alma, pues pertenezco al alma del Amado.
He desechado la dualidad, he visto que los dos mundos son uno;
Uno busco, Uno conozco, Uno veo, Uno llamo.
Estoy embriagado con la copa del Amor, los dos mundos han desaparecido de mi vida;
...
pensador y místico sufí Yalal ad-Din Muhammad Rumi

martes, 9 de junio de 2009

Las circunstancias materiales


Por mucho que se eleve el alma sobre las cosas humanas no puede, sin embargo, desatarse por completo de ellas y muchas veces la lucha por la vida, por el sostenimiento diario, parece entorpecer el adelanto. Pero no es así.
La felicidad fue el punto inicial de la Creación Cósmica y el dolor será el punto final del gran drama del Universo. Pero, por la conjunción de estas dos fuerzas, se mantiene la vida.
La lucha diaria, el llamado de las necesidades del cuerpo es el punto doloroso que, unido a la felicidad interior del conocimiento espiritual, mantiene el equilibrio indispensable para el logro de la perfección.
Muchos dicen: “La ciudad me hace mal; si viviera lejos del ruido podría ser mejor”. Otros se lamentan de su empleo; les parece que es un obstáculo y una ocupación completamente contraria a sus aspiraciones internas. Pero nada es despreciable en las ocupaciones diarias que le han sido dadas al hombre.
Huyendo de las obligaciones materiales el hombre encontrará siempre a su enemigo; pero sacrificándose y procurando cada vez hacer mejor lo que no le agrada, transmutará estas cosas feas en actos bellos, agradables y provechosos.

Santiago Bovisio

martes, 2 de junio de 2009

El roble triste


Había una vez, algún lugar que podría ser cualquier lugar, y en un tiempo que podría ser cualquier tiempo, un hermoso jardín, con manzanos, naranjos, perales y bellísimos rosales, todos ellos felices y satisfechos. Todo era alegría en el jardín, excepto por un árbol profundamente triste. El pobre tenía un problema: No sabía quién era.

- “Lo que te falta es concentración", le decía el manzano. "Si realmente lo intentas, podrás tener sabrosas manzanas. ¿Ves qué fácil es?”

- “No lo escuches", exigía el rosal, "es más sencillo tener rosas y ¿ves qué bellas son?”

Y el árbol desesperado intentaba todo lo que le sugerían y, como no lograba ser como los demás, se sentía cada vez más frustrado.

Un día llegó hasta el jardín el búho, la más sabia de las aves, y al ver la desesperación del árbol, exclamó:

- “No te preocupes, tu problema no es tan grave. Es el mismo de muchísimos seres sobre la tierra. Yo te daré la solución: no dediques tu vida a ser como los demás quieran que seas... sé tú mismo, conócete y, para lograrlo, escucha tu voz interior.” Y, dicho esto, el búho desapareció.

- “¿Mi voz interior...? ¿Ser yo mismo...? ¿Conocerme...?”, se preguntaba el árbol desesperado, cuando, de pronto, comprendió...

Y cerrando los ojos y los oídos, abrió el corazón, y por fin pudo escuchar su voz interior diciéndole:

- “Tú jamás darás manzanas porque no eres un manzano, ni florecerás cada primavera porque no eres un rosal. Eres un roble y tu destino es crecer grande y majestuoso, dar cobijo a las aves, sombra a los viajeros, belleza al paisaje... Tienes una misión: cúmplela.”

Y el árbol se sintió fuerte y seguro de sí mismo y se dispuso a ser todo aquello para lo cual estaba destinado.

Así, pronto llenó su espacio y fue admirado y respetado por todos. Y sólo entonces el jardín fue completamente feliz.