domingo, 1 de agosto de 2010

El Tedio

Puede el hombre tenerlo todo, puede gozar de todos los bienes de la vida y de una perfecta salud, puede viajar de un punto a otro de la Tierra; sin embargo, a determinada hora del día, un inoportuno visitante se acercará a él: es el dolor del tedio humano; es el cansancio de las horas que vuelan; es la sensación indefinida de que algo se ha perdido para siempre; es el sentido oculto de que un mal ignoto puede sobrevenirle en cualquier momento. ¿Quién no ha experimentado esta sensación? Aún el Santo no puede vencer a este mortal enemigo que es el tedio y el cansancio interior. Huir de él es encontrarlo; disfrazarlo, buscando la multitud y la diversión, es tenerlo estrechamente abrazado. Un sólo remedio existe para vencerlo y es el Sacrificio de irle al encuentro, de mirarlo cara a cara, de estudiarlo, analizarlo y conocerlo.
Un gran místico decía: “Mi vida está continuamente abierta en Dios, pero
hay una hora en cada día en la cual todo se vuelve oscuridad a mi alrededor, en
la cual los consuelos divinos, las comprensiones infusas, parecen estar tan lejos
como si nunca los hubiera conocido. Al principio, esta hora era la más terrible
para mí; pero desde que he comprendido que es el polo opuesto a mi vida
espiritual, ya que sobre ella me asiento para lanzar más alto el vuelo, la espero
con alegría, y gusto en esta hora de oscuridad el mismo gozo que experimento
en las horas más gloriosas de luz”.

Santiago Bovisio