martes, 14 de abril de 2009

Trabajo Mental

Es bueno que el hombre conciba pensamientos de luz para que su camino sea luminoso.
Cuando un pensamiento inicial es emitido con fines egoístas, por más que trabaje el hombre y procure embellecerlo y ennoblecerlo por fuera, dará frutos del Mar Muerto, de lindas apariencias pero de ceniciento sabor.
Por esto triunfan ciertas obras y fracasan otras.
Cuando se empieza una obra el primer pensamiento ha de ser de amor desinteresado, de fraternidad universal y de personal renuncia; por más obstáculos que se levanten en contra de esta labor, por defectuosa que sea la actuación, triunfará y dará fruto abundante.
El pensamiento es siempre el director y la obra, el objetivo.
La flecha bien dirigida indudablemente se clavará en el punto hacia el cual es dirigida. Una vez lanzada ¿quién la puede detener?
La primera reforma del hombre no es la confesión de las faltas pasadas ni un cambio ostentoso de vida devota, ni un salto dado de una orilla a otra ni de un modo de vivir a otro.
La reforma empieza cuando el hombre lanza un pensamiento de amor y tras éste, otro, hasta crear el hábito de pensar bien.
Las ondas claras de los pensamientos noblemente dirigidos irán paulatinamente borrando las ondas magnéticas de aquellos que fueron malamente emitidos.
Esta es la única reforma que vale y a esto se llama vivir en el cielo.
El hombre que piensa rectamente adquiere una fuerza magnética tal que todo lo vence y en todo triunfa.
La estrella del destino del hombre no cambia, pero su brillo depende de cómo él piensa.
Los hombres verdaderamente malos son aquellos que piensan mal.
Las acciones incorrectas llevan consigo su castigo y el hombre que procede mal paga su falta.
Aquellos que no tienen el valor de hacer el mal y disfrazados bajo un aspecto de honradez y bondad piensan y desean el mal constantemente, aquellos son los verdaderamente malos.
Ellos llevan un sello especial sobre la frente, característico, que los diferencia de todos los demás.
Cuántas veces se dice: “No sé por qué pero ¡esa persona no me gusta!”
Los que piensan torcidamente se atan cada vez más a un destino de obscuridad e ignorancia, mientras los hombres de recto pensar se liberan por la fuerza de su propia libertad y conquistan el derecho de la humana felicidad con su libre albedrío.
Los buenos pensamientos se convierten en un hábito que es poder y éste es una efectiva y estable felicidad.
El hombre piensa mal por un continuo deseo de posesión, por eso se encierra en un círculo de ideas estrechas y mezquinas, que lo aprisionan como en una cárcel.
Sin darse cuenta, por poseer una infinitésima parte de lo que desea pierde la totalidad de lo que podría alcanzar.
Es recién cuando bien piensa que descubre el secreto de la verdadera posesión, porque aquel que dá lo tiene todo, amigos, pan, medios y necesarias comodidades.
Pensar bien es estar en el Buen Camino.

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