lunes, 11 de octubre de 2010

El Hábito del Silencio

El silencio es cada vez más difícil de hallar en la vida del  hombre actual. Al no considerarlo como un valor real, no se lo conoce en todos sus aspectos, en su alcance interior, ni se sospecha los frutos espirituales que el hábito de silencio produce en el alma. Si bien el silencio exterior es deseable, no siempre es posible.

El movimiento natural del alma es del centro hacia la periferia. El hombre habla no solo para comunicarse, sino también por una necesidad natural e inconsciente de proyectarse hacia afuera.

La palabra no es más que un agente del alma; la verdadera comunicación anímica es siempre interior, espiritual.

El hábito de silencio detiene los movimientos periféricos, sujeta la tendencia a la expansión exterior incontrolada, termina con la costumbre de proyectar el alma en palabras , imágenes y movimientos.

El hábito de silencio cambia la vibración interior del ser, purificándola; aquieta los movimientos secundarios, orienta al alma hacia una toma de conciencia más profunda, hacia el conocimiento de sus movimientos genuinos, aquellos que responden a su linea de desenvolvimiento espiritual y a los requerimientos de sus posibilidades potenciales.

El hábito de callar enseña a amar el silencio, tan pleno de significado y riqueza. No consiste solamente en no hablar en demasía, sino enseña a no depender de los sentidos exteriores, ya que el alma solo se colma desde adentro.

El silencio enseña a no quejarse jamás.  El hábito del silencio transforma toda reacción en un movimiento interior de aceptación y ofrenda. La queja y protesta es siempre una reacción ante la vida o los hombres, e impide conocer la realidad de esa vida y esos hombres. El rechazo del sufrimiento muestra el temor a conocer lo contingente de la vida, tal como es en el mundo.

La búsqueda de la comodidad excesiva, del ocio inútil, del halago y el hartazgo, supone el mismo aturdimiento que el producido por el ruido continuo con el que la sociedad de nuestra época cubre los anhelos de liberación.

El silencio controla la ira y la excesiva emotividad;aquieta la mente y predispone al alma para la vida interior.

Del libro la Ascética de la Renuncia de Jorge Waxemberg

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