El sabio contestó: un perro. Un día lo encontré casi muerto de sed a la orilla del río. Cada vez que veía su imagen en el agua, se asustaba y se alejaba creyendo que era otro perro. Finalmente, fue tal su necesidad que, venciendo su miedo se arrojó al agua, y entonces "el otro perro" se esfumó.
El perro descubrió que el obstáculo era él mismo y la barrera que lo separaba de lo que buscaba había desaparecido.
El perro descubrió que el obstáculo era él mismo y la barrera que lo separaba de lo que buscaba había desaparecido.
De esta misma manera, mi propio obstáculo desapareció cuando comprendí que "mi yo" era ese obstáculo. Fue la conducta de un perro la que me señaló por primera vez el Camino.
Cuento Sufi
2 comentarios:
Si, nuestro obstáculo muchas veces somos nosotros mismos. Hasta que aprendemos a amarnos con nuestras luces y nuestras sombras. Por supuesto intentando mejorarnos, siempre.
Un abrazo enorme
Nosotros somos nuestro mayor obstaculo. Así de simple y así de cierto.
Un abrazo.
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