Volvamos la mirada hacia nuestro interior. Para poder realizar el cambio que deseamos, es preciso que comencemos por transformar nuestro medio interior —nuestro mundo— y construir un ambiente armónico que nos convierta en seres humanos integrales. Allí, en ese medio interior, es donde ha de comenzar la tarea.
Una conocida frase nos dice que cada persona es un mundo. Y es así; cada uno de nosotros es un mundo con un modo de vivir que nos es propio y que deriva de nuestra condición humana y del tipo de ambiente en el que habitamos. La condición humana conforma un marco dentro del cual nos desenvolvemos; el ambiente en que vivimos, interior y exterior, es la variable sobre la que podemos incidir para conformar la biosfera espiritual que queremos que nos contenga.
Al tomar conciencia de que, dondequiera vayamos, somos portadores de un medio ambiente interior y que éste incide en los demás, también tomamos conciencia de que tenemos que protegerlo y cuidar su equilibrio. Vemos que existe una estrecha relación entre nuestro organismo, el medio ambiente interior que gestamos y el medio ambiente exterior que habitamos. Comprender —entender y actuar en consecuencia— nos lleva a comprometernos con el cuidado de esa biosfera espiritual, vulnerable, sutil, pero fundamental para desenvolvernos como seres humanos integrales.
Por ser seres libres y tener la facultad de elegir, contamos con la capacidad de transformar un desierto en un fértil valle y un fértil valle en un desierto, purificar el aire multiplicando bosques o hacerlo irrespirable deforestando, mantener las aguas claras y cristalinas o transformarlas en un maloliente lodazal. Esto mismo es lo que podemos hacer en nuestro mundo interior.
Somos depositarios de inmensos tesoros que tenemos que cuidar, potenciar y repartir. Preguntémonos cuáles son los bienes que queremos dejar como herencia a la humanidad; especialmente, recordemos que hay bienes no renovables por cuyo uso tenemos que responder. El uso del tiempo, las energías vitales, el potencial mental y afectivo están en nuestras manos, bajo nuestro cuidado para utilizar y disponer. Pensemos en el ecosistema que constituyen nuestros pensamientos. Protejamos esta fuente de vida que es nuestra mente. Pongamos nuestra inteligencia al servicio del bien común, ya que entre todos constituimos el cuerpo de la humanidad. Pensemos en el ecosistema que constituyen nuestros sentimientos y aspiraciones. Protejamos ese medio interior para que albergue sentimientos de amor, de compasión, de comprensión y amistad.
José Luis Kutscherauer, Director de Cafh
3 comentarios:
Muy buena la entrada. El cambio sólo puede venir desde el interior. cuando tú cambias, todo cambia.
Feliz domingo.
Un abrazo.
Gracias por participar
Un fuerte abrazo !!!
muy buen post te felicito y te mando un saludo desde tu mundo espiritual
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