La libertad es el bien más preciado del ser humano. Sobre el derecho a la libertad se basan todos los demás derechos. La sociedad, cuanto más avanzada, más garantiza la libertad individual. Sin embargo, la sociedad sólo puede garantizarnos la libertad exterior. El modo en que usamos esa libertad exterior y la conquista de la libertad interior dependen de nosotros.
Para poder ejercer nuestra libertad tenemos que tener dominio sobre nuestra voluntad, conocer nuestra fuerza interior y cultivarla, conocer nuestras limitaciones y esforzamos por superarlas y también saber respetar la libertad ajena. Esta no es tarea fácil ya que presupone el conocimiento de nosotros mismos, el deseo de aprender y de saber y el desarrollo del sentido de responsabilidad.
Los instintos, los deseos, lo que no sabemos, lo que creemos saber, la ambición, el egoísmo, en general todas las pasiones que nos dominan y controlan, coartan nuestra libertad constantemente. La educación común nos prepara para un cierto grado de autocontrol que nos permite funcionar en la sociedad: controlarnos la indolencia para ir a trabajar; nos sentamos por horas para estudiar; limpiamos la casa en vez de ir a pasear porque nos importa lo que los demás piensan de nosotros. Sin embargo, estos actos de autocontrol no nos hacen sentir rns libres . A menudo nos quejamos del yugo de la vida en sociedad y en familia, de todos los sacrificios que debemos hacer para cumplir con las obligaciones del diario vivir.
El autocontrol que nos libera es el que se basa sobre el conocimiento de nosotros mismos, no el que nace de la represión de las tendencias naturales para responder a las demandas sociales.Este último tipo de autocontrol se establece al mismo nivel de las pasiones y genera luchas interiores y problemas emocionales: como nos identificamos con las pasiones que combatimos, sentimos que, al controlamos, nos agredimos a nosotros mismos. Esto nos encierra en un circulo vicioso de triunfos y fracasos, triunfamos y fracasamos simultáneamente (triunfamos al lograr autocontrol, pero fracasamos en nuestro esfuerzo por alcanzar una libertad que no terminamos de comprender).Es así que a veces nos encontramos queriendo cambiar el pasado, añorando ser otra vez adolescentes, o volver a la niñez, o cambiar de situación familiar, o cualquier otro escape, para curar las heridas producidas por lo que no fue —o no es— como hubiéramos querido que fuera. En este estado de conciencia la libertad es una quimera. Para superar esta situación es necesario que cambiemos de punto de vista.
Fuente : Cafh un camino de desenvolvimiento- Enseñanzas - Matices de la Oración
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