Olivier, un joven peregrino occidental a quien vamos a acompañar, llegó hasta el territorio de
Padre, ¿qué significa la fiesta de Pascua?
Pascua significa en hebreo «pasaje»; para los cristianos esta fiesta simboliza la resurrección de Cristo, que pasa de la existencia a la Vida habiendo vencido a la muerte por la Muerte.
Lo concibo, pero temo no entenderlo bien.
Antes de intentar comprender el insondable misterio de la resurrección, intentemos simplemente penetrar el significado de las palabras en su raíz: Pascua significa «pasaje». Pasaje de la existencia a la vida eterna por el crisol de
Cristo significa «ungido de Dios», la unción confiere
La Luz es un Fuego vivificante que transmuta la materia opaca e inerte en poder espiritual. Este Fuego penetra, sin disolverse en él, el fuego de Gehena, el cual, por su parte, quema todo lo corruptible; nuestros pensamientos, nuestras emociones, son cuerpos.
Así pues, Pascua simboliza el pasaje de un estado viejo, corruptible, a un estado nuevo incorruptible, el del «cuerpo glorioso». El Hombre es reintegrado, por la Misericordia divina, a su dignidad primordial.
«Decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome cada día su cruz y sígame. Porque quien quisiere salvar su vida, la perderá; pero quien perdiere su vida por amor de mí, la salvará.» (Luc IX 23-24). ¡Si la muerte es un fin, entonces la vida es vana!
Usted sabe que la Pascua cristiana viene precedida de cuarenta días de ayuno riguroso, acompañados de lecturas apropiadas para el gran combate del desierto interior.
¡Si! Comprendo todo lo que usted dice, pero no veo cómo integrarlo en mi vida.
Porque escucha las palabras como un relato histórico y no como un acontecimiento intemporal que debería vivir cada día en su corazón.
¿Cómo?
Tomando conciencia de que vive, cada minuto, el pasaje vertiginoso hacia una nueva vida inspirada, surgida de una muerte transitoria,
¿Significa la muerte del ego la negación del cuerpo? Pregunta Olivier con humor e inquietud.
¡Nada de eso! No hay que negar el cuerpo, sino transfigurarlo. «...que no es nuestra lucha contra la sangre y la carne, sino contra los principados, contra las potestades, contra los dominadores de este mundo tenebroso, contra los espíritus malos de los aires.» (Ef. VI 12).
«¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros? (I Cor. III 16)
La renuncia es una superación interior por integración, un alegre soltar presa, no una negación. Este giro se cumple por implosión, pero lo que no está asumido no puede ser transfigurado.
El Padre Ianis calla, luego pone un ejemplo para evitar quedarse en el concepto.
Imaginemos una almendra que un campesino planta en invierno (encarnación de Navidad en el hemisferio norte); tras un cierto período de maduración en las profundidades se produce un acontecimiento increíble: la cáscara dura se desgarra, se pudre en la Tierra-madre para dar nacimiento al tierno germen. Para el jardinero, esta degradación es la señal del proceso de vida. Todo hombre, al venir al mundo, es portador de una chispa de luz divina. Yo soy la Tierra que lo acoge. La disolución del ego, que no es una negación, le permite al alma eclosionar. Aquél que se apoya en la degradación de su yo, cae en la revuelta, el sufrimiento, el sin sentido,
«Mientras nuestro hombre exterior se corrompe, nuestro hombre interior se renueva de día en día». II Cor. IV 16.
Incluso el intelecto está ligado a
Cuarenta días después de Pascua, la Ascensión, la semilla debe vivir un nuevo pasaje, el de la tierra al cielo. Las raíces horadan la corteza terrestre para elevarse, mediante el tronco, al vacío, la pirámide invertida de las ramas acoge la luz del sol. Diez días después, cincuenta días después de Pascua, Pentecostés, fiesta de las cosechas y de la recolección de los judíos. El árbol da frutos, los apóstoles reciben la luz del Espíritu Santo.
¿Cómo vivir este «pasaje interior»?
¡Usted es el camino! Recorred el mundo a la búsqueda de un método para alcanzar la Verdad, pero no hay técnica para elevarse hacia Dios. El asceta utiliza la humildad, la obediencia y la paciencia para escalar sus propias profundidades hacia las profundidades divinas (I Cor. II 10) animado por la luz del Paráclito; al igual que no hay técnica para volverse un genio, aunque el artista utiliza técnicas para expresar su genio. El arte es ante todo una proyección del espíritu; el artista encarna su inspiración en la materia y la fecunda con su poder. Es el dominio interior, la pureza de la mirada, la precisión del gesto, la autenticidad del corazón... lo que distingue a los creadores de entre ellos. ¡Hagamos de nuestra vida nuestra primera creación!
Dado que no hay método, y que debemos hacer de nuestra vida una obra de arte ¿qué me aconseja usted?
Primero, distinguir la Meta de los medios.
¡La Meta suprema del hombre es Dios! Un Dios vivo, personal, no un ídolo abstracto.
¡El medio, es usted!
No hay nada exterior que añadir en el hombre, todo está ya inscrito en germen el él. La Tradición enseña, a aquellos que tienen fe, el camino interior a llevar a cabo para participar en la propia deificación. La Vía pasa por exigencias: vigilancia, perseverancia, obediencia, fidelidad, alegría, escucha... Utiliza métodos para verificar la autenticidad del discípulo, métodos que provocan replanteamientos transfigurantes. Comprometen siempre nuestra libertad: el ayuno, la vigilia, la ascesis, la plegaria, la alabanza.
¿Cómo hacer?
Un bailarín aprende el baile bailando, no meditando en los libros. El primer movimiento para entrar en la danza es interior, el del deseo. No se puede obligar a nadie a que dé su ser, el arte es un don de sí que corresponde al desbordamiento de la propia naturaleza, una expansión interior que se manifiesta armoniosamente en
Tomando conciencia de sus límites respecto a su deseo, el bailarín le pide a un profesor que lo inicie en el rigor de la técnica, con el fin de integrar y de adquirir la maestría interior. Trabaja diariamente cada gesto descubriendo todas sus debilidades, busca a cada instante volverlo más ligero y poderoso en una armonía justa y purificada. No hay en esta aproximación interior ninguna violencia, ningún masoquismo, el sufrimiento se halla sublimado por el amor al arte. Con este ejemplo he intentado interpretar, en otro lenguaje, las cualidades que preceden a
La Tradición enseña el camino interior que hay que llevar a cabo de la cabeza al corazón, pero ella no dará ningún paso en su lugar. Estudiar la tradición al pie de la letra no significa tener conocimiento sino conocer
No hay comentarios:
Publicar un comentario